27 de mayo de 2010

Viajando a dedo

Hola a todos, finalmente, después de 10 días en Krasnodar... 10 días tranquilos donde aproveché para relajarme y estudiar un poco, seguí mi camino. Esta vez lo hice haciendo dedo, una experiencia que venía retrasando por temor a las complicaciones idiomáticas. Mi destino no era muy interesante, y confirmé esa impresión cuando llegué, pero conocí en Krasnodar a un tipo muy piola, experimentado viajero y gran guitarrista llamado Vladimir. Si bien su ciudad no era muy interesante me quedaba de paso para los destinos que realmente me interesaban.
El nombre de la ciudad es Nevinomiisk, está a 50 km al sur de Stavropol. El recorrido que tuve que hacer fue de 300 km, que paso a relatarles.
Tras asesorarme con Anya (mi anfitriona) y con Oleg (el vecino cavernícola), decidí salir el martes por la mañana. Como corresponde entre desayuno y charlas matutinas, salí cerca de las 11. Me tomé un colectivo gratuito que me llevó hasta un shopping en las afueras de la ciudad, dentro de la República de Adiguea.
Nota al margen: El krai o provincia de Krasnodar tiene dentro una república llamada Adiguea, su capital es Maykop y era mi primer destino. Pese a que sólo pasé por esta república es muy interesante (y pienso volver con más tiempo) por la etnia que la habita, los circassianos... no vamos a entrar más en detalles, sigamos con el relato.
Me bajé en el shopping y empecé a caminar por la autopista. La misma iba hacia el sur, hacia Novorosiisk, mientras que yo en realidad tenía que ir hacia el este, hacia una autopista que corría en paralelo a la que yo estaba y que me conectaba con otra autopista, la m4, que me llevaba a Maykop.
Busqué un buen lugar y estiré la manito esperando que alguien parara. No esperé mucho, no más de 5 minutos (había mucho tránsito) y me paró un camión gigantesco. Iba a Novorosiisk. Lo dejé pasar y decidí caminar un poco buscando algún camino que cortara la autopista para hacer dedo allí. Caminé menos de un kilómetro y me encontré con una pequeña calle que cortaba la autopista. Iba al centro de la Nueva Adiguea. Inútil... Decidí volver a la autopista principal y a lo sumo avanzar de a muy poco. Rápidamente paró un tipo bastante interesante. Conducía un lada, unos 50 años, toda la dentadura de oro, parecía un personaje sacado de una película de Kusturica, sólo le faltaba un buen sombrero y un buen bronceado. El me alcanzó hasta la otra autopista. Avancé un poco, un par de kilómetros, hasta que encontré un buen lugar para seguir. Ahí me levantó un armenio en un coche deportivo de principio de los 90, un poco magullado. Venía escuchando música electrónica a todo volumen. En el camino pudimos conversar bastante. Pese a que no hablaba nada de inglés usaba palabras simples, hablaba lento y se esforzaba realmente en entenderme, por los que nos comunicamos muy bien. El me llevó hasta una intersección a 30 km de Maykop... A caminar nuevamente. No les dije hasta ahora, porque tampoco hasta ese momento me había afectado, pero el sol pegaba bastante fuerte (nota mental: comprarme un sombrero en la próxima ciudad). Ese trecho me tomó un largo rato. No pasaban autos, salvo algunos graciosos que me saludaban al pasar cagándose de risa. Caminé un poco y después esperé. Me levantó un redidente de Maykop. Un tipo callado que me llevó sin mucho que decir hasta la ciudad, la cruzó de lado a lado, pese a objetar que me debería quedar a conocerla, y me llevó hasta el comienzo de una pequeña ruta que unía Maykop con Labinsk. En esa ruta tuve la suerte que me levantara el primer tipo al que le hice señas. Olek, mi último cochero, un tipazo. No sólo no hablaba una sóla palabra de inglés, sino que hablaba tan rápido que yo practicamente no le entendía nada, pero el se reía, entonces yo me reía más fuerte. El se reía nuevamente mientras decía quien sabe que cosa, y yo también me reía, al tiempo que decía si, si, o por supuesto, o tal vez, que maravilla. A pesar del inconveniente idiomático, mayor teniendo en cuenta que el tipo hablaba hasta por los codos y no tenía música para disimular un silencio incómodo, nos pusimos en marcha. El recorrido entre Maykop y Labinsk es verdaderamente hermoso. El camino es muy angosto y atraviesa una serie de montes, rodea campos todos sembrados, arboledas impresionantes. Es muy bello. Desde ahí Olek tenía pensado ir hacia el sur, hacia Cherkessia. Era lo mismo ir por el norte que por el sur, tenía las dos opciones. El camino del norte era feo y el del sur era mucho más interesante y atravesaba otros montes y pequeñas aldeas, pero el norte es que camino que me convenía a mí ya que significaba que no necesitaría otro transporte, así que nos dirigimos al norte, hacia Armabir.

Finalmente llegamos a nuestro destino, la pequeña Nevinomiisk, de 150 mil habitantes y su industria de pesticidas. Me acercó a lo de mi anfitrión, Vladimir y aceptó bajarse para tomar un te. Ahí me enteré que era entrenador físico y psicológico de alpinistas, menuda profesión, y que entrenaba regularmente alpinistas para el monte Elbrus, el pico más alto de Europa, ubicado un poco más al sur.
Nos tomamos un te y gran sorpresa, Vladimir nos invitó a un banya ruso, cosa que desde que llegué quería probar. Olek aceptó y salimos los tres para allá.

El banya ruso merece una detallada descripción. Es como un sauna pero con algunas diferencias bastantes importantes. En Rusia está lleno de banyas y no es raro que la gente tenga uno en la dacha. En todas las ciudades hay y mucha gente acostumbra ir una vez por la semana. "Ir al baño de vapor es como volver a nacer". Así, nada menos, lo afirma un dicho ruso, y otro dice que la medicina está bien pero el banya es mejor.
Nosotros fuimos a una clínica de rehabilitación para niños!!! en el fondo tienen un banya y ahí nos encontramos con el director de la clínica y otros dos médicos, amigos de Vladimir, que nos estaban esperando. Sentados alrededor de una mesa llena de galletas, te y kvas (una típica bebida rusa) empezamos realmente con el banya, ya que todo es parte del proceso. Nosotros estuvimos allí dos horas, pero normalmente un banya puede durar tres horas, sino más (algunos cuentan en broma de banyas que han durado días) Después de las respectivas presentaciones pelamos los calzones y a las duchas para aclimatar el cuerpo con agua tibia. El sauna propiamente dicho era un poco pequeño, la diferencia con los típicos saunas es la temperatura y la humedad, el banya ruso es más seco, no es tan pesado. La temperatura de la habitación estaba en 110º, dolía respirar y costaba tener los ojos abiertos. Todos entramos con una tabla (pasa sentarnos y no quemarnos el culo) y un gorro para que no se nos quemaran las ideas. Después de un rato de cocinarnos pasamos a lo que destaca particularmente al banya ruso, la ducha helada... a la puta. Normalmente en el invierno los rusos después del sauna se tiran al río congelado. En las ciudades lo reemplazan con una ducha helada. Después de la ducha nos tiramos en una pileta con agua tibia para nadar.
El proceso se repite hasta que aguante el cuerpo. Entre proceso y proceso se come y se bebe y se charla, se charla mucho. El banya ruso es un lugar sagrado para los rusos, un símbolo de armonía y autonomía. Incluso tenía su propio espíritu, el bannik. Descrito por algunos testigos como un viejo con garras y largas uñas, que vive debajo de las estufas y sólo se revela si el baño no esta a su gusto o alguien se muestra irrespetuoso durante el mismo.
Lo único que cambió después de repetir varias veces el proceso fue cuando pelaron unas ramas de abedul y abeto, previamente mojadas en agua caliente y con eso nos asotamos la espalda y las piernas... pese a sonar un tanto masoquista todo el proceso es de lo más gratificante.
Después de dos horas mas o menos salimos. Olek se despidió (todavía le quedaban 3 horas de viaje) y nosotros nos fuimos a cenar a la casa y a dormir, estaba molido.
Hoy miércoles salimos a dar una vuelta para conocer los lugares más interesantes de la ciudad... tengo que salir de aca!!!

Finalmente, he decidido inaugurar una sección dedicada a las respuestas de comentarios que me han dejado en entradas anterior, eso lo motivo los comentarios de Adriano y la respuesta de tato.

-Sección respuestas a los muy queridos amigos-
Adriano, sos Sheldon ajjajaajjaja... no, en serio, no tenés idea de lo complicado que fue conseguir un lugar donde comprar una cartulina para hacer un cartel, no quiero ni imaginar donde carajo venderán manuales de rol, pero te prometo que antes de volver, parada obligada en Moscu, veremos que puedo averiguar.
Gusti, vuelvo a principios de abril, ni idea porque no confirmé el pasaje, cosa que mas vale haga pronto
Al degenerado que solo quiere ver fotos de mujeres rusas... si, a ese anónimo temeroso de dar la cara jajajajaj prometo publicar mas fotos de bellas señoritas.
Al resto, gracias por sus comentarios, les mando un beso enorme

17 de mayo de 2010

Krasnodar y un viaje en tren

Finalmente comencé la parte espero más interesante de mi viaje. El Cáucaso Norte. La primera parada debía ser Krasnodar, antes llamada Yekaterinodar, "el regalo de Catalina". Su nombre es un reconocimiento a la emperatriz que entregó esta ciudad a los cosacos, que defendían Rusia de las ambiciones otomanas.
Junto a Rostov del Don y Stavropol son las mayores ciudades étnicamente rusas del Cáucaso.
Ubicada a 1.200 kilómetros de Moscú y 34 horas en tren, me embarqué en tercera clase.
Mi viaje comenzó a las 9 de la noche. La gente ocupó sus asientos, rápidamente armó sus camas y se acostó. El provodnik, una mezcla de guarda y mozo, hablaba un poquito de inglés, se llamaba Nicolai, y se encargó de cuidarme todo el viaje.




Por la mañana me puse a ver el paisaje. En un principio es chato y poco interesante, las horas se hacen eternas. Sólo los pasajeros a la hora de la comida interrumpen la calma del viaje.
Cuando llega la hora de la comida todos empiezan a abrir sus bolsos y sacan montones de comida, el vodka, la cerveza y el te fluyen como un río. Los olores de encierro y los que más de cincuenta personas pueden originar en un vagón tras tanto tiempo sin una ducha, se ven confundidos por el aroma de los fiambres, los pepinillos, el pescado. Inunda los sentidos. Eso sumado a las risas, las anecdotas. La gente busca disfrutar su viaje, y lo hace charlando con desconocidos, invitándolos con comida o bebida.
Tuve la suerte de conocer a un grupo de 3 parejas muy agradables de pastores protestantes. Hablaban algo de inglés, así que nos entendimos hablando una mezcla horrorosa de inglés y ruso. Horrorosa porque el spanglish hasta no suena tan mal, mientras que la mezcla entre estos dos idiomas tan diferentes entre sí taladra los oídos.



Existe un momento, pasada la algarabía de la comida en que todo se calma nuevamente. Algunos leen algún libro, otros simplemente miran por la ventana. Yo observo y escribo. Cuando miro por la ventana parece que el tiempo no pasa, está detenido. El paisaje monótono se repite hora tras hora, la llanura desesperante y eterna a veces interrumpida por chatos poblados.



Mientras observo por la ventana recuerdo las bellas palabras de Nicolai Gogol sobre el camino.
¡Santo Dios!, !Que bello eres a veces, lejano camino! ¡En cuántas ocasiones he recurrido a tí, como el que fallece y se ahoga, y en todo momento me sacaste a flote y me salvaste con tu generosidad! ¡Qué cantidad de proyectos maravillosos nacieron en ti, cuántos poéticos sueños y cuántas asombrosas impresiones has hecho nacer...!
En eso me veo interrumpido por el grupo que insisten en que vaya a Rostov del Don... conseguí donde parar.
Por la noche comienza lo más complicado. Los numerosos ronquidos que llegan de todas partes hacen que el vagón parezca una caja de música. Me pongo los auriculares para tapar la orquesta con música mas amena pero pronto me veo traicionado por la tecnología y me quedo sin batería. Lexotanil es lo siguiente que se me viene a la cabeza. Me tomo medio y hasta mañana.
Me despiertan nuevamente la algarabía del desayuno y las largas colas para ir al baño (sólo dos baños por vagón).
No puedo imaginar un viaje a Siberia, 7 días en el tren... menuda experiencia.
En una de las tantas paradas me bajo. Era una pequeña aldea y una pequeña estación de trenes. Una veintena de hombres y mujeres se agolopaban sobre la reja que separaba la estación de la calle. Desde ahí gritaban ofreciendo sus productos, colgados a la vista de todos.
Nicolai, mi santo protector, me advirtió de no comprarles, no muy sano y no muy higiénico me explicó. Aparte en la estación habían 5 kioskos, pocos metros de diferencia entre cada uno y cubrían todo el anden.



Nicolai


Mientras estiraba las piernas, Nicolai me contó que no hace mucho trabajaba en el tren, unos 7 meses, que la paga era mala y el trabajo duro y con largas jornadas de trabajo, pero que al menos era entretenido, le permitía hablar con la gente. Antes de que el tren saliera y al no encontrarme en el andén, se acercó a mi asiento para asegurarse que yo estaba allí, un tipazo Nicolai.
El “método ruso” era una muletilla que usaba Nicolai constantemente para explicar todos los “arreglos” en el tren. Al abrir una puerta se cayó un grozne y este lo arregló con un alambre, que al mismo tiempo servía de sostén a una bolsa de residuos.
Nicolai me llevó al vagón comedor y me invitó con una sopa de fideos y papa y con pan. Por la tarde me trajo un te mientras que otros me trajeron galletitas. No puedo imaginar el trato que me van a dar en el Cáucaso Norte, los pueblos que son conocidos por su hospitalidad y generosidad.
Quienes no fueron hospitalarios fueron unos policías que se subieron por la tarde en el tren.
Yo estaba durmiendo un tanto despatarrado. Eso sumado a que no me había afeitado por un par de días me daban una imagen que alertó a estos dos policías. Me samarrearon delicadamente para despertarme. Estaba profundamente dormido, al despertarme veo a estos dos uniformados, uno hablándome rápidamente, obviamente no entendía nada, mientras que el otro hablaba con mis vecinos, todos arriba mío, todos hablaban muy rápido y a los gritos. Finalmente entendí la palabra pasaporte... no me acordaba en cual de los dos bolsos lo tenía. El acoso policíaco y la intervención de mis vecinos y luego de Nicolai para que me dejaran en paz no ayudaba a mi concentración. Cuando conseguí mostrarles el pasaporte, lo agarraron, miraron la foto y me lo devolvieron, no revisaron ninguno de los papeles que debo llevar conmigo todo el tiempo. Yo estaba encantado con la experiencia aunque trataba de mostrarme consternado, que pareció que era lo que correspondía a la situación. Nicolai y mis vecinos estaban alarmados. Me dieron mas te y galletitas. La tarde terminó muy bien.
Me despedí de mis compañeros de viaje al llegar a Rostov. Yo seguiría mi recorrido por 8 horas más, horas que dormí, así que no pasó nada más.
Llegamos a las 6 de la mañana. Tenía la dirección de una vecina de mi anfitriona. Ella no llegaría hasta las 6 de la tarde. El hermano de un pibe que viajó también en el tren me llevó en su auto. Anya es una encantadora rusa que vive en Argentina desde hace 15 años si mal no recuerdo, está en un impasse y esperando viajar en estos meses a la India y quedarse allí un buen tiempo. Nos pasamos el día charlando y tomando té. Para almorzar consiguió que el día anterior fuera un amiga y le cocinara borsh, que por cierto estaba muy bueno. Después, mas tarde fuimos a caminar al río Kuban, muy cerca de su casa, es un bello río.
Por la tarde me mude a lo de mi anfitriona, que también se llamaba Anya, era la profesora que conocí en la conferencia en Moscu, tal vez se acuerden de ella. Tiene un departamento inmenso a 10 minutos del centro. Ahí vive con la bestia del novio... una bestia realmente.
El viernes por la mañana fuimos a su universidad, ella ya había hablado con el rector y me presentó como un colega argentino. Ese día habían tres defensas doctorales y me permitieron asistir.
El protocolo es bastante diferente al de nuestras defensas. Aquí quien defiende empieza a leer partes de su tesis, luego de eso, el tribunal le hace preguntas referidas a su tesis. Hasta ahí ninguna novedad. Después de eso algunos profesores, los del tribunal y otros profesores invitados hablan del aporte de la tesis, cada uno habla unos 15 minutos. Finalmente quien defiende su tesis responde a esos profesores.
Todo se graba y después se pasa a papel como registro del evento.
Las defensas, al menos en esta universidad, no son públicas, ni familia, ni amigos ni estudiantes. Solo profesores y personal de la universidad
Entre defensa y defensa, que duran poco más de 2 horas descansábamos en otro salón donde estaba lleno de comida, que después me enteré que pagan quienes defienden sus tesis. De todo, fiambres a montón, diferentes tipos de mezcado y hasta huevos con caviar. Gaseosas, jugos, vino y te.
Cuando terminamos con todas las tesis, (empezaron a las 10) a eso de las 6 de la tarde. Bajamos a otro salón, este un poco más importante, y nuevamente a comer, esta vez todo lo que comimos antes más pollo con papas. Todo riquísimo. La diferencia fue el acohol. Vino, shampan, vodka y otros licores... comimos y chupamos y todos se reían y contaban diferentes anécdotas. El rector Pyot Petrovich, era un tipo muy divertido, el lideraba la reunión. Los dos más jovenes, yo y quien defendió último la tesis, eramos los encargados de mantener las copas llenas. Brindis tras brindis. Como norma general los brindis se hacen cada 3 minutos... a mí me parece que no esperaban tanto.
El rector me prohibió hablar inglés, así que tuve que hacer mi primer brindis en ruso.
Anya estuvo muy hábil y me fue presentando con los profesores, una de ellas era de Stavropol, una de las ciudades a las que voy a ir pronto.
Tengo en la cabeza una idea para un proyectito, una encuesta que quiero hacer en las universidades. No sólo me dijeron que no había ningún problema, también que ellos lo harían por mi. Yo solo tengo que armar el proyecto y enviaselos y ellos se los pasaran a sus estudiantes. Mi primer mini proyecto en Rusia, así que estoy bastante emocionado. Esta semana me reuno con dos sociólogos para discutir el proyecto y para que me asistan.
Está todo muy verde, pero ha sido la primera recepción positiva que he tenido en Rusia, academicamente hablando por supuesto.
Por la noche nos reunimos en la casa de Julia, una chica que defendió su tesis ese mismo día. Trabaja con Anna en la universidad, así que se conocían bien. Ahí nos encontramos con su esposo y sus padres y su hermano. Sopa, pan y nuevamente vodka, por suerte los vasos eran más oscuros, lo que me permitió servirme en cada brindis menos vodka y pasar desapercibido. Eramos poquitos pero era toda una fiesta. El padre de Julia era muy gracioso y la madre muy atenta, me llenaron de comida y me trataron como de la familia. Llegué y ya me estaban abrazando y besando. Todo bárbaro, gente muy especial.

Se me ha hecho un poco complicado el acceder a internet en esta ciudad. No hay mc donalls en el centro, lo que es una pena ya que normalmente tienen internet gratuito, no encuentro por ningún lado wifi.
Hoy finalmente encontré un café con wi-fi, pero ya me advirtieron que se me va a hacer cada vez más dificil con cada paso que me adentré en el Caucaso.
Calculo abandonar la ciudad al final de esta semana, y espero conectarme nuevamente uno de estos días viendo ya que encontré donde hacerlo.
Besos

4 de mayo de 2010

San Petersburgo

Hola a todos, me he demorado un tanto en escribir esta entrada. En parte porque he tenido mucho que organizar, mucho en que pensar, y mucho por decidir. Finalmente, por cuestiones estrictamente económicas he decidido adelantar el viaje, o digamos dar un pequeño salto hacia el Cáucaso Norte, así que mañana me enfrentaré a la experiencia de un viaje en tren de 34 horas en tercera clase... si, auch...
Voy derecho a Krasnodar a 1.200 kilómetros de Moscú, lo que será el puntapié inicial de mi verdadero viaje.
Ahora les cuento un poco que he hecho en estas dos semanitas. Por un lado, como ya les comenté en la entrada anterior, fui a San Petersburgo, la joya del norte. A poco menos de 700 kilómetros se erige esta increíble ciudad situada en el Golfo de Finlandia y esculpida por islas y por el río Neva. La llamada ciudad de Pedro, por su ilustre fundador, siempre me produjo un poco de rechazo. Era la ciudad europeizada, la menos rusa entre todas las ciudades. Pedro rechazó su herencia y en 1703 fundó la nueva capital para el nuevo imperio. Por eso fue siempre una odiada por los eslavófilos, enemigos de todo lo occidental.
La construcción de la ciudad bajo condiciones climáticas adversas produjo una intensa mortalidad entre los trabajadores y requirió un continuo aporte de nuevos obreros. Dado que el poblamiento de la región era escaso, Pedro atrajo forzosamente a trabajadores de todas partes del país. Una cuota anual de 40.000 siervos llegaba a la ciudad equipados con sus herramientas y sus propios suministros de comida.
Como consecuencia de su exposición al clima, las deficientes condiciones higiénicas y las enfermedades, la mortalidad durante estos primeros años fue muy elevada, llegando a perecer año tras año hasta el 50% de los trabajadores que llegaban.
Pensándolo bien tal vez los eslavófilos estaban equivocados y San Petersburgo tal vez sea la más rusa de todas las ciudades.

La misma estatua de Pedro, uno de los símbolos característicos de la ciudad, es un ejemplo interesante del espíritu "transformador" del zar. el corcel encabritado, pisando la serpiente, símbolo de la oposición a las reformas del zar... algunos rusos me comentaron que es interesante notar que el mismo punto de equilibrio del caballo es la pata que pisotea a la serpiente.




Algo que no logro entender es cómo la estatua, poderoso símbolo del autoritarismo ruso, se encuentra en la plaza decabrista, la cual lleva el nombre de la insurrección decabrista llevada a cabo en contra de Nicolas I. Un detalle nada mas...

Como les venía comentando, me quedé sólo 5 días, pero fue suficiente para ir al Hermitage, uno de los museos más famosos del mundo; al museo ruso, donde pude apreciar la obra de grandes pintores rusos como Bruelov, Vrubel, Levitán, y Repin mi pintor ruso favorito; y perderme por los canales, apreciando la increíble arquitectura de la ciudad.




El Hermitage

Catedral de San Isaac (desde 1931 es un museo, capacidad para 14 mil personas)


Catedral de la sangre derramada... fue construida en el lugar donde el día 1 de Marzo de 1881 se derramo la sangre del zar Alejandro II, asesinado por un grupo de anarquistas. Ahora también es museo





Palacio de Tsarkoye Selo (recidencia de los zares a 25 kilómetros de San Petersburgo)

Jardines de Tsarkoye Selo


Avenida Nevski

No existe nada mejor, al menos para San Petersburgo, que la avenida Nevski. Ella significa todo. ¡Cómo refulge esta calle, ornato de nuestra capital! Ni el más mísero de sus habitantes cambiaría la avenida Nevski por toda la riqueza del mundo. Nicolai Gogol



En mi opinión un viaje a San Petersburgo lo justifica el Hermitage y la avenida Nevski, con todos sus palacios y su historia. Una avenida retratada al detalle en el cuento de Gogol, en el cual parece tener vida y no es nada menos que un personaje mas de la historia.

Bueno... qué mas? En San Petersburgo tuve días muy lindos, los primeros al menos, los últimos días llovió. De ahí partí a Veliki Novgorod a 150 kilómetros al sur, en dirección a Moscú. Esta ciudad me era importante conocerla por ser el único principado ruso que no cayó bajo el poder de la Horda de Oro. También es la cuna de las tradiciones republicanas y democráticas en Rusia... obviamente no es contagioso.

Novgorod es una ciudad bastante pequeña, unos 200 mil habitantes, pero con un casco histórico muy bello y bien mantenido. Lo mejor: las entradas al kremlin, a los monasterios y a los museos son gratis... gratis, una palabra que cobra otro significado después de haber sido brutalmente asaltado en los museos peterburgueses.
Por desgracia el clima no me acompañó y los dos días que estuve allí llovió.
Algo interesante que me pasó fue que no conseguí donde parar gratis en la ciudad, por lo que por primera vez tuve que pagar un lugar donde dormir. Por una de esas casualidades, podríamos llamarlo destino, o simplemente suerte, Novgorod es la única ciudad en la que he encontrado una oficina de información turística. Ellos me enviaron a un hotel, el más barato de la ciudad. El único problema es que estaba afuera de la ciudad. Cuando me mostró el mapa, puso el punto en el area blanca, fuera del mapa. Llegar al hotel no fue fácil, por suerte era muy barato y tenía una habitación para mi, aunque compartía el baño.
El hotel estaba en el medio de la nada. Al frente habían un prostíbulo y un bar, después solo habían casas bastante precarias y algunas fabricas abandonadas. Una zona bastante deprimente.


Monumento en conmemoración del Milenio de Rusia (1862)

Kremlin de Novgorod


Novgorod pasó rápidamente y volví a Moscú. Ahí dormí en la casa de Andrei, mi primer anfitrión, recuerdan? El tuvo un viaje al norte y me prestó el depto. Ahí entonces me quedé con Misha y han sido días bastante tranquilos. Sólo algo rompió con la monotonía. Las celebraciones del 65 aniversario del triunfo sobre el nazismo... siendo ya un poco tarde y la entrada demasiado larga, se los cuento en un par de días. Ha sido muy interesante realmente... también les prometo más fotos de Moscú, un Moscú más verde del que encontré al llegar.
Besos

3 de mayo de 2010

2 salidas en Piter

Esta entrada está especialmente dedicada a Wally, quien ya empezó a quejarse del largo de las entradas... para que tengas!!!

El nombre de quien fue mi anfitrión en San Petersburgo, o Piter como la llaman cariñosamente aquí, es Vasily. Un tipazo realmente, con el vive su tía que debe estar entre los 70 y 80, una muy atenta señora, muy agradable. Vasily tiene cerca de 55 años, le falta la mitad de la dentadura por lo que tal vez tenga un poco menos de lo que creo, no estoy seguro. Viven en un departamente bastante grande de tres habitaciones en una ubicación inmejorable, a 2 cuadras del puente que lleva a la fortaleza de Pedro y Pablo. 20 cuadras de la avenida Nevski, el corazón y alma de la ciudad.
El habla un muy buen inglés y se dedica desde hace sólo 10 años a la construcción de barcos, igual que Alejo!!! Su primer barco fue una chalupa y ya ha hecho 5, todos chiquitos.
El primer día me acompañó por la ciudad haciéndome notar algunas curiosidades, que sólo nunca habría notado.
No se cómo pero terminamos hablando del ajedrés, coincidimos en lo importante de lo psicológico en este. Para mi sorpresa el se río y me aseguró que el sabía al respecto. Es el hijo de Boris Spaski. Yo no lo podía creer... Un poco de historia, Spasski fue un gran campeón soviético a quien se recuerda como el gran perdedor ante Bobby Fisher, en la llamada partida del siglo, que significó la primer derrota de los ajedrecistas soviéticos.
Aunque mucho se ha hablado al respecto, Vasily sigue convencido de una de las versiones de la historia que dice que un poderoso telépata de la India, intervino en la mente de Spasski ante una KGB indefensa, y que después de eso la KGB contrató telépatas para defender a sus ajedrecistas... no le quise llevar la contraria.
Me contó el derrumbe de su padre y de como tuvo que cambiar su apellido por el de su madre por el acoso que recibían. Finalmente sus padres se divorciaron y Spasski abandonó la Unión Soviética y fue a vivir a Francia.

Mi primera noche de bebida “a lo ruso”.
Volvía a la casa de mi anfitrión cuando lo encontré con dos pibes que lo estaban visitando. Los dos pibes tenían alrededor de los 25 años. Estaban bebiendo coñac. Yo llegaba de un dia agotador. Eran las 8 (todavía de día) y había estado todo el día caminando y había visitado el Hermitage, lo que fue una experiencia agotadora. Brindé dos veces con el grupo y Vasily, que no se sentía muy bien, se fue a acostar. Los otros dos rusos me invitaron a cenar. Tengo que reconocer que un escalofrío me recorrió la espalda, mi sentido arácnido me advertía que estos dos raros ejemplares, uno principalmente, podrían hacerme pasar una complicada noche, por así decirlo.
Acepté igual y salimos, al tiempo que ya me estaba arrepintiendo mientras bajábamos las escaleras.
Permitanme contarles algo de estos dos muchachos. El primero, Antón parecía un buen tipo aunque hablaba un poco raro, pensando demasiado las palabras que usaba, por supuesto hablando en ruso, su inglés era tan malo que lo avergonzaba y se negaba a hablarlo. Por cierto, era arquitecto. El otro tipo... llamemoslo Pyotr, aunque no recuerdo su nombre, hablaba un poco mejor en inglés... en realidad no, pero a el no le daba vergüenza. Vestía una chaqueta militar, tenía todo el estilo de un nacionalista xenófobo de los que en Rusia ahora pululan. En la calle Pyotr iba haciendo bastante ruido y gopeando los carteles, mientras que Antón lo trataba de controlar, el coñac se le había subido a la cabeza y estaba alteradito. Yo no quería ni imaginar al lugar que me llevarían, mi sorpresa fue mucho más grande de lo que imaginé.
Entramos a un café que se llamaba Mozart Café. Adentro el lugar se veía de muy buen nivel y pasaban música clásica. Si bien mi primera idea fue que los muchachos se confundieron, nos quedamos aumentando mi sorpresa... Esta seguía en aumento cuando trajeron la carta. Los precios eran, como correspondía al lugar, bastante elevados. Creo que Antón leyó mi sorpresa en la mirada y me tranquilizo explicándome que él invitaba. Como todos saben, soy bastante fácil, así que acepté la invitación sin objetar. Tomamos de entrada una sopa, borsch, y brindamos con vodka. En los restaurantes no te traen la botella sino que traen un decantador donde uno pide las medidas que quiere. Pidieron medio litro. Fue un poco raro, tengo que reconocer, acompañar una sopa con vodka. Eso sí, se apiadaron de mí y mientras que ellos se servían un shot completo, a mí me servían la mitad... aunque tengo que decirles que no duró mucho esa cortesía.
Como plato principal pidieron, por un lado, carne a la cacerola y papas, huevo y verduras hervidas. Todo estaba muy rico. Siendo que el vodka se terminó rápidamente pidieron 1/3 de litro más. Todo eso al ritmo de la sinfonía Nº40... surrealista.
De ahí me indicaron que iríamos a tomar algo a otro bar... yo ingenuamente pregunté ¿cerveza? No, me respondieron, por supuesto que no, cerveza te haría muy mal... por un momento pensé que me estaban jodiendo. Reconozco que ahora pensaba que me mostrarían su lado más oscuro e iríamos a un bar por así decirlo, muy loco. Realmente no sabía que esperar, aunque obviamente, a causa del vodka ingerido estaba mucho más tranquilo al respecto. Pyotr estaba borracho como una cuba. Nos cansamos de levantarlo del piso y hasta lloró un poco. Ahí me enteré que todo su enojo y extraño comportamiento se debían a que su novia de toda la vida lo había abandonado hace algunas semanas.
El bar fue una nueva sorpresa. Cuando entramos parecía una pecera bastante fea. Era todo azul en diferentes tonos, lleno de flores plásticas. Feo, viejo y bastante desprolijo, la música era de una estación de radio. Estuvimos solos todo el tiempo que estuvimos allí, nunca vi a nadie entrar, al punto de que la mesera, que por suerte hablaba mejor inglés que mis dos nuevos amigos, se sentó cono nosotros.
Ahí el medio litro de vodka que nos tomamos... ya a esa altura no se andaban con delicadeza para servirme, lo acompañamos con te, pescado y algunos pepinillos agridulces. Ahí me enseñaron algunas nuevas técnicas para pasar más facilmente el vodka y hablamos un poco de la mejor comida para acompañarlo.
Decidimos partir. Supuestamente íbamos a bailar y ya eran las 2 de la mañana. Yo estaba molido, pero seguimos. En la salida paramos a un lada con un conductor bastante charleta, un tipo muy agradable que apenas si entraba en el auto, parecía un oso. Dimos varias vueltas y paramos en un quiosko. Para mi sorpresa, porque tengo que reconocer que estaba sorprendido, Antón subió al auto con una botella de vodka de litro y 3 cervezas... yo me quería morir.
No fuimos finalmente a bailar, Pyotr era una bolsa de papa, si no que nos fuimos a la casa de Antón. Ahí nos metimos en la cocina y para mi sorpresa abrieron el vodka. Esta vez Antón no dejó beber a Pyotr, aunque igual un par de veces se sirvió. Lo acompañamos con pan, queso y uvas. También trajo la computadora y con el traductor de google asistimos un poco a la conversación. La música que escuchamos: Maria Callas, un cd de Antón que reconoció que no solía escuchar. La colección era excelente, así que después me la regaló.
A las 5 tiré los guantes, pese a que quedaba poco más de 1/3 de la botella me fuí a dormir en el piso del cuarto de Antón. Antón y Pyotr durmieron en otro lado, no estoy seguro.
Puse el despertador a las 11 y me levanté. Me encontré a la abuela de Antón en la cocina. Hablamos un rato mientras nos preparaba el desayuno. Una tortilla de salchichas. Eso, pan y cerveza nos ayudó a despertarnos. La mayor sorpresa fue no sólo no tener resaca sino que estuve todo el día muy bien, esa tarde caminé en la ciudad y todo, sin problema... aunque tengo que reconocer que me sentía un poco “sensible”.

Los anarquistas
Esa misma noche fuimos a conocer a otros amigos de Vasily. Si bien el todavía no se sentía nada bien, deseaba despedirse de uno de sus amigos que se iba por un largo tiempo al sur, cerca de Ucrania.
El grupo que conocí esa noche era realmente de temer. Vasily me advirtió antes de entrar que no me pusiera nervioso, que era un grupo anaquista con una “trayectoria” muy destacada y que uno de ellos, uno de los líderes, había salido del hospital después de 2 semanas de internación.
El mismo edificio parecía a punto del derrumbe, no sólo estaba muy sucio, sino que las grietas hacían pensar que solo era cuestión de tiempo, poco tiempo, para que todo caiga bajo el peso de la desidia. Obviamente no había luz en ningún pasillo, todo el recorrido lo hicimos a la luz de nuestros celulares.
Fue una hora complicada y un poco frustrante. Todos hablaban a los gritos al mismo tiempo, hablaban una jerga ininteligible. Creo que hasta ese día nunca había sentido tanta frustración idiomática. El grupo de declaraba como anarquista anti fascista. Uno de ellos lo dirigía “intelectualmente”, era un rastafari, que después de hablarme un rato de su religión, de la cual yo no sabía prácticamente nada, me explicó la necesidad de la violencia, de predicar con la violencia. El gordito, que parece tan agradable en la foto, lo era realmente, y muy gracioso, pese a que según lo que me comentó Vasily, mejor asegurarse de siempre tenerlo de amigo. El verdadero líder, al que no pude fotografiar por desgracia, le habían sacado a trompadas todos los dientes frontales y tenía todo el costado derecho del rostro destrozado, parecía un panqueque, estaba levemente deformado, inflamado por supuesto y lleno de puntos. Se había cruzado, él solo con una manifestación fascista, él solo los atacó. Terminó dos semanas en el hospital, aunque dicen que varios de los fascistas terminaron peor que él. Obviamente el tipo es una celebridad en el bajo mundo de Piter.

El Rastafari (no estaba muy contento ya que le saqué la foto sin su turbante)

El gordito peligroso y un hippie de Tartaria

Tomamos te por suerte, no se si hubiera podido soportar algo más. Y charlamos un largo rato. En realidad todos me hablaban y yo mientras que trataba de comprender algo, asentía y trataba de disimular que no entendía. Por suerte cada vez que utilizaban su jerga, me la explicaban en una mezcla de ruso e inglés, pero al menos ayudaba y me daba un respiro. Mucha, pero mucha violencia, y lo que es peor, mucha apología a la violencia organizada.
Como regalo de despedida (costumbre rusa de la cual ya les hablaré en más detalle) me dieron un palo, de casi un metro de una madera muy dura y llena de puntas de la misma madera. Me explicaron que era un tronco sagrado, y que si me enfermaba, bastaba con cortar una de las pequeñas puntas y quemarla. Yo ya me imaginaba tratando de explicar a la policia que ese palo, con el que fácilmente podría matar a alguien, era en realidad un palo sagrado. Obviamente me lo saqué rápidamente de encima.
Traté de organizar una entrevista entre este grupo y un doctorando moscovita que conocí y que estudiaba los radicalismos nacionalistas. Pensé que sería una entrevista muy interesante y finalmente yo podría hacer algunas preguntas que obviamente por las complicaciones de traducción ni intenté hacer. Por desgracia me fue imposible coordinarla finalmente.
Vasily, que estuvo un tanto preocupado durante la hora que estuvimos ahí, respiró aliviado cuando nos fuimos, tengo que reconocer que yo también.

San Petersburgo es una ciudad increíble. Espero en la próxima entrada contarles un poco de la ciudad y mostrarles algunas fotos.